Un poderoso hechicero, queriendo destruir un reino, colocó una poción mágica en un pozo del que todos sus habitantes bebían. Quién tomase aquella agua, se volvería loco.
A la mañana siguiente, toda la población bebió y todos enloquecieron, menos el rey, que tenía un pozo privado para él y su familia, donde el hechicero no había conseguido entrar. El monarca, preocupado, intentó controlar a la población ordenando una serie de medidas de seguridad y de salud pública, pero los policías e inspectores habían bebido el agua envenenada, y juzgando absurdas las disposiciones reales, decidieron no respetarlas de manera alguna.
Cuando los habitantes de aquel reino se enteraron del contenido de los decretos, quedaron convencidos de que el soberano había enloquecido y por eso disponía cosas sin sentido. A gritos fueron hasta el castillo exigiendo que renunciase.
Desesperado, el rey se declaró dispuesto a dejar el trono, pero la reina lo impidió diciendo "vayamos ahora hasta la fuente y bebamos también. Así nos volveremos iguales a ellos".
Y así se hizo: el rey y la reina bebieron el agua de la locura y empezarón inmediatamente a decir cosas sin sentido. Al momento sus súbditos se arrepintieron: ahora que el rey estaba mostrando tanta sabiduría, ¿por qué no dejarle gobernar?.
El país continuó en calma, aunque sus habitantes se comportasen de manera muy diferente a sus vecinos. Y el rey pudo gobernar hasta el fin de sus días.
Extraído del libro de Paulo Coelho "Veronika decide morir".
1 comentario:
Hola,
es una historia maravillosa...
Tal vez los reyes tendrían que haber viajado a otra parte en donde el agua no estuviese contaminada, para así ser fieles a si mismos...
Esa es la gran pregunta. La tentación de beber y pertenecer es grande.
Abrazo
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