lunes, 30 de junio de 2008

Un bonito espectáculo

Desde hace unos días es noticia en los diarios locales el espectáculo que se está ofreciendo en la Finca Los Albujeros, propiedad de la familia Domecq.

"A campo abierto", un espéctaculo taurino pero que además se enriquece con una dosis enorme de tradición para todos los que amamos nuestra tierra.

Esta es una crónica escrita por Francisco C. Aleu para Jerez Información.

"Los Alburejos muestra sus entrañas al turismo rural.

La finca Los Alburejos ofrece desde el pasado mes de marzo al visitante la posibilidad de acercarse al día a día de las faenas camperas. El espectáculo ‘A campo abierto’ puede disfrutarse de momento tres veces por semana.

Hace ya treinta y cinco años, Álvaro Domecq Romero presentó el espectáculo Cómo bailan los caballos andaluces, germen de la actual Real Escuela Andaluza del Arte Ecuestre. Con el paso del tiempo, la institución hoy dependiente de la Consejería de Turismo, Comercio y Deporte de la Junta de Andalucía se fue convirtiendo en uno de los principales atractivos turísticos de la ciudad. Ahora, Álvaro Domecq ha concebido otro espectáculo, más íntimo, pero quizá también más atractivo para quienes rehuyen de cualquier tipo de artificio.

A campo abierto se representa tres veces por semana -miércoles, viernes y domingo- en Los Alburejos, la emblemática finca que la familia Domecq posee en el término municipal de Medina Sidonia. En este parque temático de la naturaleza no hay trampa ni cartón. Todo es real como la vida misma. Y es tan real en esas tres sesiones semanales, como en tantas otras que se desarrollan de sol a sol sin la presencia del público. Ese es quizá su mayor atractivo.

Las faenas camperas no requieren de uniformes de gala ni saludos protocolarios. Tampoco están acompañadas de refrigeración ni demás comodidades para el público. El campo es igual ahora que en el siglo XIX. Sólo los aerogeneradores de energía que se han mezclado en los últimos años con el paisaje tradicional de La Janda constatan que A campo abierto ha sido concebido en el tercer milenio.

El espectáculo comienza a las once de la mañana y tiene como escenario una pequeña plaza portátil semicircular ubicada a continuación de un amplio corredero. Para llegar hasta allí, el visitante debe recorrer a pie unos 700 metros de camino rural salpicado de cercados, conviviendo a lo largo de ese trayecto con las reses bravas de la ganadería de Torrestrella.

El recorrido cronológico de la vida de estos animales se convierte posteriormente en el centro de la visita. En la plaza van apareciendo -de manera espectacular y por el corredero antes referido- las bestias en sus diferentes edades. De singular belleza es el momento en el que se desarrolla el destete de sus madres de los pequeños becerros, una labor en la que se requiere de la pericia de los garrochistas, que son además auxiliados por los perros, que muestran una inteligencia fuera de lo común.

Por su vistosidad destaca la irrupción en la plaza de las yeguas acompañadas de sus potros, que muestran toda su belleza en la libertad del campo. También, la pericia de los cabestros en la conducción del ganado.

A campo abierto incluye también breves demostraciones de doma clásica y vaquera, e incluso carruseles ecuestres. Pero, sin género de dudas, es en su tramo final cuando llega a emocionar al espectador, justo al rendirse tributo al toro en la plenitud de la dehesa. Siete ejemplares de bella lámina, acompañados de cabestros y caballistas, galopan por el corredero en busca de la plaza, que recibe a los bravos animales con la banda sonora de Carros de fuego.

Es posible que ese mismo encierro sea embarcado en los próximos días rumbo quizá a Pamplona o a cualquier otro coso de la geografía española. El espectador podrá preguntarse entonces si aquél ejemplar de Torrestrella al que se premió con la vuelta al ruedo en una plaza cualquiera, o aquél otro que perdió contacto con la manada en la calle de la Estafeta cuando perseguía a un mozo navarro formaba parte de ese encierro que presenció en Los Alburejos. Porque en este espectáculo -que no tiene trampa ni cartón- todo es tan real como el campo mismo".

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