Con ocasión de la sentencia condenatoria al periodista Jimenez Losantos por “injurias graves con publicidad” hacia Ruiz Gallardón he mantenido con un amigo una conversación sobre el ejercicio de la política.
Si bien es cierto que el único límite que admite la libertad de expresión es el derecho al honor y a la intimidad, en el caso de las personas públicas este derecho individual puede verse en algunas ocasiones inculcado. No es la primera vez que personaje y periodista acuden a los tribunales para dirimir esta cuestión pero, si es quizás relevante que sea un político quién lo ha hecho en esta ocasión.
He escuchado alguna vez la existencia de pactos secretos, no escritos, que desde la democracia rigen la relación política y periodismo. Alguien dijo “de cintura para abajo no se toca”, referido a los políticos y en la contra, se admitió que el contenido del derecho al honor y a la intimidad fuera más laxo. En alguna ocasión favorecido por los enemigos políticos, unas veces en la bancada contraria y más de las veces, en la propia.
Pero quizás, en estos cuatro últimos años la “crispación” ha permitido excesos insultantes, quizás también el respeto personal haya prevalecido sobre el imprevisible futuro en política. Alberto Ruiz Gallardón, soporto el 11 M la peor situación que un político pudiera imaginarse. Él era el Alcalde de la ciudad dónde la masacre tuvo lugar, un dispositivo de emergencia no visto anteriormente, y eso no vale, no ha sido reconocido, ni valorado. No se le reconoce la enorme responsabilidad que tuvo que asumir en esos días pero, sí ha hecho correr ríos de tinta unas declaraciones suyas, una actitud responsable de construir el futuro y una actitud responsable con el ejercicio de la política. Al fin y al cabo los políticos deberíamos estar para arreglar problemas a los ciudadanos.
La verdad en un Estado Democrático de Derecho descansa en la ciudadanía, en el Parlamento, en los Tribunales y en la Opinión Pública pero la “política de Estado” es fría.
Quizás nunca sepamos que pasó el 11 M, tampoco sabemos qué paso el 23 F.
A veces es difícil distinguir la información de la opinión pero, también, a veces, es muy difícil distinguir entre la opinión y el insulto. Lo siento, hay límites para todos y ante todos, esa es la esencia de la democracia ser tratados a todos por igual. La libertad de expresión de un periodista es la misma que la libertad de expresión de cualquier ciudadano y el derecho al honor es el mismo para un político que para cualquier ciudadano.
Ya lo dijeron los franceses: “Libertad, igualdad y fraternidad”.
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