jueves, 21 de agosto de 2008

El éxito educativo

¿Qué determina qué unas personas tengan éxito educativo y otras no? Esta es una de las grandes preguntas que generan un enorme debate.

Hoy en la sección de opinión, en El Diario de Jerez, Jaime Martínez Montero, ofrece su propia reflexión al respecto.

http://www.diariodejerez.es/article/opinion/209828/clase/social/y/exito/educativo.html

Una reflexión que pone el acento en la clase social del alumnado, hipótesis sostenida por varios estudios, “Los niños de familias con un nivel cultural y económico alto tienen más oportunidades de aprendizaje, acceden a recursos de mayores efectos educativos y disfrutan de un ambiente favorecedor. Hasta aquí poco se puede discutir”. Pero si creo que haya algo que discutir, también son otros estudios los que afirman que no son los niños de familias de clase social alta los que tienen más éxito educativo, aunque sí es cierto que estos acceden a colegios exclusivos y tienen ante si muchos más recursos. Son los niños de las clases medias quiénes mayores cuotas de adaptación al sistema educativo experimentaban. Y eso se fundamentaba en una cuestión básica, el papel de la madre.

La madre en las clases medias eran de forma mayoritaria quiénes estaban al frente del cuidado de los hijos, no ejerciendo labor profesional se encargaban de supervisar las tareas y la educación día a día pero, aún más importante era la capacidad para dar respuestas.

Nuestro sistema educativo está basado en la dialéctica preguntas-respuestas, el recurso básico del aprendizaje. Son los niños a muy corta edad cuando empiezan a preguntar el por qué de las cosas, una curiosidad que necesita de respuestas satisfactorias. Es aquí en donde radica la influencia de las madres de clase media, ya que ellas están y responden. Tanto en las clases bajas, dónde las mujeres trabajan a destajo para poder sostener a la familia como en las clases altas dónde en muchos casos, las mujeres se dedicaban a tareas sociales, están respuestas no aparecen.

Estos estudios ya no tienen tanta validez pues se basaban en el estudio de casos en la sociedad de principios del siglo xx, una sociedad industrializada. Hoy en día la incorporación de la mujer al mundo laboral se ha producido en todos los estratos sociales, y esto homogeneíza esta falta de respuestas.

Pero como muy bien reflexiona Jaime Martínez Montero, de todos es conocido que la inteligencia es un don que encontramos en cualquier lugar del mundo y todos conocemos casos de niños humildes que llegan a lo más alto del éxito profesional y educativo.

Aún así considero que pone este autor demasiado énfasis en la capacidad de entusiasmo y motivación de profesores. Estoy segura de que puede ser una causa explicativa de algunos fenómenos grupales, clases que tras el contacto con docentes adecuados rinden más de lo esperado pero, que en ningún caso explican los casos aislados y tampoco que ostenten este protagonismo de forma aislada ya que el efecto que provoca el mismo grupo, la aceptación, provoca junto con el profesorado esa mejora generalizada.

Es necesario reconocer y reividicar el papel de los docentes pero dejarlos solos ante el éxito es correr el riesgo de dejarlos solos ante los casos de fracaso escolar.

La reflexión debe ir más allá y, bajo mi opinión, la reflexión debe girar de una manera urgente y prioritaria en la familia. Los niños siguen necesitando de respuestas a sus por qués, respuestas que deben ser dadas por padres y madres que sin renunciar a su vida profesional sean capaces de conciliar su vida familiar.

Hasta ahora la óptica bajo la que se han ido planeando y ejecutando desde los gobiernos las medidas de conciliación familiar ha sido un óptica sesgada, la óptica de la necesidad de incorporar al trabajo a la mujer pero, ahora esta visión ha de ser superada por la necesidad de conciliar el trabajo con la necesaria capacidad de atender no sólo al cuidado, sino también a la educación de los hijos.

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