El viernes nos recordo Fernando Savater que “Idiota: Del griego idiotés, utilizado para referirse a quien no se metía en política, preocupado tan sólo en lo suyo, incapaz de ofrecer nada a los demás”.
A su vez en ese mismo acto estaba uno de mis personajes favoritos de la actual política jerezana, la Delegada de Cultura. No es la primera vez que la escucho dar uno de sus discursitos, de esos en los que recalca que "ella no es política", importante porque si fuera política sería muy mala. En esta ocasión se vanaglorio de lo contrario de ser la única política que había allí, pero en el público había alguien más, y tuvo que rectificar que era la única política que estaba sentada junto a Savater. ¡Que cutrez!.
Con ocasión de estos episodios hoy quiero reflexionar sobre la dignidad de la política.
Según los griegos, que fueron quienes inventaron todo lo bueno de nuestro mundo, la política era un Arte y ser ciudadano era intervenir en la polis. Era una condicion sine cua non para ser ciudadano y, como nos recuerda Savater, idiota era aquel que no intervenia.
En la actualidad los dos oficios más desacreditados son el de político y el de periodista. En parte creo que políticos y periodistas contribuyen en mayor medida a esta desacreditación propia, hay muchos políticos fustrados en el periodismo y muchos políticos que se creen dueños y señores de la libertad de expresión.
Pero quizás otro de los grandes males para la política son los políticos indignos y no me refiero a aquellos pillados cometiendo delitos ya sean urbanísticos, malversación, prevaricación o cohecho, esos son personas indignas. Me refiero a todos aquellos que ocupan cargos políticos vanagloriandose de no "ser políticos", pero que aceptan las prebendas y los sueldos que eso suponen, esos siempre aparecen cuando se está en gobierno. Pues este tipo de personajes son los que están en política no por servicio público sino por propio interes personal.
Estar en política significa tener un grado alto de sacrificio y tener un alto grado de compromiso con la sociedad.
Fernando Savater me recordo la dignidad de la política, me recordo como alguien con fidelidad a sus ideas, no tanto a los partidos, puede ser digno por su coherencia y su lucidez intelectual y ademas no cobrar por eso.
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