Hay veces que las batallas no se eligen, sino que ellas te eligen a ti.
No sé si la elegí yo o no pero me resisto a utilizar mal adrede nuestra lengua. Es cierto que también cometo errores lingüísticos y gramaticales pero sí puedo asegurar que intento evitarlos.
Y me chirría la feminización del lenguaje y claro estando en política pues imagínense la de veces que me chirrían los oídos.
Ya en otro post publique el significado de la palabra concejal y, aunque, se admite la forma femenina la rechazo completamente. En primer lugar porque es el cargo el que me califica a mí y no yo al cargo y en segundo lugar porque la segunda acepción, sirve de forma coloquial para designar a la mujer que llega por vínculo matrimonial "al cargo". Admitir esta segunda acepción es descalificar a todas las mujeres que hemos llegado ahí por nuestros propios méritos. Por eso, durante estos cuatro años, he sido "la" concejal.
Pero hoy me llegaba en una cadena de correos una breve explicación sobre este mismo tema. Copio una parte haciéndolo mío.
En castellano existen los participios activos como derivado de los tiempos verbales. El participio activo del verbo atacar es "atacante"; el de salir es "saliente"; el de cantar es "cantante" y el de existir, "existente". ¿Cuál es el del verbo ser? Es "ente", que significa "el que tiene entidad", en definitiva, "el que es". Por ello, cuando queremos nombrar a la personas que denota capacidad de ejercer al acción que expresa el verbo, se añade a este la terminación "-ente".
Así, al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género (masculino o femenino) del que realiza la acción.
De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; se dice "estudiante", no "estudianta"; se dice "independiente" y no "independienta"; "paciente", no "pacienta"; "dirigente", no "dirigenta"; "residente", no "residenta".
1 comentario:
Más claro, agua.
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